Me gustan las estaciones de tren. Me gustan porque es un lugar donde las emociones están concentradas; el reencuentro con el ser amado, la despedida dolorosa, quizá la esperanza para empezar una nueva vida. Me gustan, no lo puedo evitar. Quizá por mi miedo a la rutina diaria, quizás porque es sinónimo de una etapa cerrada, una vuelta a empezar, una nueva oportunidad, un proyecto nuevo, gente nueva. Cuando en el cielo veo a los aviones, siempre pienso en la suerte que tienen las personas que van dentro de ir a otra parte, quizá me lo debería replantear seriamente. Quizás sólo se trata de mi síndrome Peter Pan, que me impide aceptar que estoy a las puertas de la etapa adulta, y se agarra a la no estabilidad, a mirar hacia nuevas aventuras con una durada limitada, porque no se atreve a vivir la gran aventura.